sábado, octubre 11, 2008

Cuevas de Valtierra. Navarra


Las cuevas de Valtierra. Navarra

Aunque la mayoría fueron abandonadas hace medio siglo, en el monte de Valtierra quedan todavía más de 300 cuevas registradas por el ayuntamiento. Algunas de ellas se han rehabilitado, y se ofrecen a los turistas como una forma de alojamiento singular en la antesala de las Bardenas

fuente: TEXTO: JOSÉ A. PERALES



LAS cuevas de Valtierra constituyen un escenario popular típico de la Ribera. Aunque fueron abandonadas en los años sesenta, este conjunto de viviendas rupestres conforma todavía un espacio sugerente que despierta la curiosidad de los visitantes.En Valtierra, la utilización de las cuevas como vivienda tiene varios siglos de antigüedad. Sin embargo, la mayoría de las existentes actualmente se excavó a lo largo del XIX y en la primera mitad del siglo XX. La proliferación de este tipo de vivienda tiene que ver con la pobreza de una parte de la población, que no podía acceder a casas de piedra o de ladrillo, y con otras cuestiones de tipo cultural. Entre éstas, figura la tradición de este tipo de vivienda en el valle del Ebro, y las facilidades que ofrecía el terreno a la hora de construir esta modalidad de alojamiento rupestre.

La puente del Piojo

La mayor parte de las cuevas de Valtierra se concentra en torno al cabezo del Castillo, que está cerca del centro del pueblo, próximo a la iglesia y al palacio de los Gómara. Al otro lado del cabezo, se encontraba la célebre puente del Piejo, una especie de pasarela rústica hecha con maderos y tierra prensada que salvaba un barranco hoy cubierto de hormigón. «Antaño, si ibas un poco movido, lo mejor era que no pasaras por la puente ya que no tenía barandillas, y te podías caer abajo», dice José Luis Garde , empleado del ayuntamiento.

Aparte del barrio del Castillo, los principales núcleos de cuevas están hoy en el cantón de la Orden, en el valle de los Pilares, y en los barrancos de la

Ñorra y de la Gala. Todos ellos forman parte de la corraliza de Aguas Vertientes. Esta, como su propio nombre indica, recoge varios cauces de agua que bajan del monte hacia las acequias de los Rieles y del Ratón. Además de ser un lugar abrigado y soleado, este monte comunal es una buena atalaya de la vega del río Ebro, cuyo cauce discurre a unos tres kilómetros del casco urbano. La mayoría de los cueveros de Valtierrra, eran agricultores o jornaleros del campo que construían la cueva a su medida. «Antes de hacer la vivienda rupestre, había que solicitar permiso al ayuntamiento y pagar una pequeña cantidad», dice José Luis Garde.

Entonces, la mayoría de los jornaleros trabajaban en el campo, y cuando llovía o estaban parados, cambiaban la azada por el pico, e iban haciendo la cueva poco a poco. Además de la pala y la piqueta, al excavar la vivienda se utilizaba también el agua para reblandecer el terreno. «En esta incesante labor de zapa, unos se dedicaban a ampliar la cueva, y otros a terminarla para poder llevar al altar a la moza que cortejaban. Más de una boda estuvo pendiente de la terminación de la cueva», escribe Félix Zapatero en una monografía sobre Valtierra fechada en 1933.

Galerías subterráneas

En Valtierra y Arguedas una de las tipologías más habituales de cueva era la vivienda longitudinal, que se extendía a lo largo de la fachada para aprovechar la luz natural. También las había de dos pisos con escaleras, y otras que prolongaban sus galerías hacia las entrañas de la tierra. Primero se abría la entrada que suele ser el espacio más amplio, y a continuación se excavaba la cocina, donde se instalaba el fogón o la cocinilla económica, cuya chimenea se abría paso hacia la cumbre del monte. Luego, se abrían las habitaciones, que aumentaban según el número de hijos, y paralelamente se hacían el granero, las cuadras, y otras dependencias.

Algunas de las cuevas de posguerra contaban con un horno, donde se hacía el pan. «En el barranco de la Gala, cuando los ricos de Valtierra comían pan negro, nosotros comíamos pan blanco, porque, mi padre iba de vez en cuando al molino de Cadreita con un saco de trigo y se venía con la harina», dice Honorio Urmeneta, de 82 años.

Muchas de estas viviendas subterráneas tenían las paredes forradas de yeso, y el suelo embaldosado. En las distintas dependencias solían abrirse además algunos huecos, para colocar estantes, comunicar las alcobas entre sí o poner entre ellas una bombilla o un candil.

«En nuestra cueva, situada en el barrio de los Pilares, siempre tuvimos luz eléctrica «, dice el octogenario Melchor Azcona, hoy residente en las casas de Katanga. «Lo que no había era baño, ni tampoco agua corriente. Por eso las mujeres tenían que bajar a por agua hasta la acequia de los Rieles, situada a un kilómetro, y subir los cántaros en la cabeza. Más tarde, se pusieron ya los aguadores, que subían con el carro y nos traían el cubo hasta aquí. Quitando estos inconvenientes en los Pilares vivíamos muy bien. Además, estos barrios estaban llenos de juventud, porque las familias éramos muy numerosas y la gente teníamos más honradez y mejor trato entre nosotros del que se ve ahora en muchos sitios».

Adaptadas al paisaje

Aunque tenían mala imagen por encontrarse en lugares apartados, inestables o insalubres, algunas cuevas eran realmente viviendas dignas, dotadas de luz, agua y de otras comodidades. Entre las ventajas de las cuevas, suele destacarse su adaptación al clima y al paisaje. «Aquí dentro se mantiene la temperatura constante entre 18 y 21 grados. Así que en invierno no hace falta calefacción, y verano hay que ponerse jersey o echarse la manta para dormir la siesta», recuerda Melchor.

Como en otros pueblos de la Ribera, las cuevas de Valtierra se abandonaron en los años cincuenta y sesenta. «En Valtierra la gente se marchó primero a las casas baratas del barrio de Ratón y luego al de Katanga», señala el concejal Miguel Mendi. A partir de entonces, aquellas viviendas rupestres pasaron a utilizarse como almacenes agrícolas, corrales y piperos. Con todo , hubo algunas personas mayores que siguieron viviendo en las cuevas. Todavía hoy, durante las fiestas patronales hay personas del barrio de Katanga, que se quedan a dormir en las viejas cuevas del cabezo del Castillo, por estar más cerca del centro del pueblo.

En los años 90, el ayuntamiento de Valtierra realizó un censo de las cuevas existentes, y rehabilitó siete de ellas para ofrecerlas como alojamiento rural. «Hoy, la gestión la lleva una empresa privada», puntualiza José Luis Garde. Ahora, aparte de estas siete cuevas municipales, hay otras tres rehabilitadas por iniciativa particular, que completan por el momento la oferta de alojamiento en las entrañas de Valtierra.


El Cobachón - Cuevas Ruben y Anabel

Ubicación: Navarra - Valtierra
Dirección: Palomares s/n
Teléfono: 661 846 757
Página web: www.lasbardenas.com
Capacidad: 4 personas
Tipo de alquiler: Casa completa

1 comentario:

Monica dijo...

En una semana voy a estar yendo unos dias a españa, a uno de los hoteles cinco estrellas en barcelona. Pero estaria bueno ir a conocer este lugar. Que me puedo tomar para llegar desde barcelona??