miércoles, diciembre 06, 2006

Rochemenier, Francia


Castillos y cuevas

fuente: http://www.revistaviajar.es/Grandesviajes/Castillos-y-cuevas-06-2006-7874.html

Alonso Ibarrola / Fotos: Francisco Guerrero

El paso del tiempo y la Revolución, con guillotina incluida, hicieron que las cosas cambiaran. Ahora, los dueños de los castillos y palacios, para poder sostenerlos, los muestran y los ofrecen como alojamiento. Signo de los tiempos.
Con las cuevas, que en esta región llaman “trogloditas”, ha sucedido algo diferente. Son las clases burguesas, ejecutivos, intelectuales y artistas los que han puesto de moda rehabilitarlas y vivir en ellas… los fines de semana.



Viviendas excavadas en la roca

Ya en Rochemenier, próxima a Saumur, se puede conocer la otra cara de la vida de los franceses en otros tiempos, no tan lejanos porque los últimos habitantes de las cuevas trogloditas las abandonaron a principios del siglo XX.

La palabra “troglodita” no tiene gran significado en nuestro idioma, como se lo hice ver a Víctor Leray, responsable de este curioso “museo”.
Para nosotros, los españoles, habituados a las cuevas granadinas y almerienses, el término “troglodita” nos trae invariablemente a la memoria a Los Picapiedra.
En las granjas trogloditas de Rochemenier, que se inauguraron en el año 1967, los objetos expuestos explican la vida de esos últimos moradores.
A lo largo del cauce del Loira resulta frecuente observar en las rocas socavadas por el discurrir de las aguas casas-cavernas de las que sólo la fachada es obra del hombre.
La diferencia entre estas construcciones y las cuevas “trogloditas” estriba en que las primeras se excavaban en rocas sedimentarias, provenientes de la sedimentación marina de la Era Secundaria, mientras que las cuevas de Rochemenier surgen del “falun”, rocas del Terciario. Todas ellas son fáciles de ser trabajadas. Se calcula que ya en el siglo VII, en plena llanura, los campesinos excavaban hasta obtener un profundo hoyo.
Después lo horadaban en horizontal para obtener las viviendas y anexos. Como la arena de la roca servía de abono para los campos, los granjeros la vendían y con su beneficio reembolsaban la compra del terreno y los gastos de la mano de obra.
La vivienda así obtenida resultaba más barata que las construidas en superficie. Además, protegía a los animales de la granja de los lobos, que en esta región proliferaban, y por ello hay muchos pueblos que ostentan denominaciones formadas con la palabra “lobo” –en francés, “loup”–, como Louresse, Lourre… Y aparte de lobos, también estaba el peligro humano en forma de guerras y persecuciones.
En resumen, que los “picapiedras” franceses hallaron una forma de vida lejos del ruido y de los fastos de los castillos

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