Hay que vivir en algún lugar.
Aunque fueran nómadas a nuestros antepasados siempre les venía bien guarecerse en invierno, y cuando se establecían en algún lugar había que fabricar algo duradero usando la imaginación. Si se encontraba una buena cueva ya estaba solucionado, pero no siempre era así.
La vivienda ha sido una de las primeras ocupaciones de los seres humanos que, desde nuestros orígenes, hemos mostrado una clara tendencia a vivir en grupos con el fin de aumentar nuestra seguridad, organizar la explotación del medio y satisfacer nuestras necesidades sociales.
Los más antiguos refugios
La vida troglodita es característica de Europa occidental (Francia y España) donde son frecuentes los relieves kársticos, en los que la roca caliza por efecto del agua se va disolviendo y formando cavidades subterráneas. En Europa central así como en Siberia había que vivir a la fuerza al aire libre. El uso de refugios o cabañas está pues en relación directa con factores medioambientales como el relieve, el clima, los materiales disponibles, la red de comunicaciones… y también culturales, como el número de componentes de un grupo y sus actividades. Es en la vivienda donde, tal vez, mejor podamos apreciar la utilización de los recursos del medio y la diversidad tecnológica que consistía en el empleo de la piedra y la madera, las pieles, los huesos de animales, las fibras, el fuego, etc...
Las cuevas son muy buenas para conservar restos, no así el campo abierto, donde la erosión destruye cualquier vestigio de ocupación, pero milagrosamente se han encontrado campamentos humanos de diversas fechas. Siempre se ha pensado que las personas del Paleolítico Inferior sólo utilizaban las cuevas como viviendas, pero los datos arqueológicos nos han mostrado cierta variedad de hábitats como cuevas permanentes o temporales, estructuras al aire libre y, a veces, cabañas en el interior de las cuevas (en su entrada) que desempeñaban así el papel de doble protección.
La más antigua evidencia de acondicionamiento del hábitat es un yacimiento de Oldoway (Tanzania), fechado hacia 1.800.000 años, en el que se descubrió una alineación de piedras que formaban un semicírculo que ha sido interpretado como un protector contra el viento. Es la primera construcción humana de la que se tienen noticias
Según avanza el Paleolítico Inferior el hábitat cambia hacia unas formas más complejas que denotan una cierta reflexión y unos modos más metódicos de acondicionar el lugar en el que se habita. Cueva de Vallonnet (Alpes marítimos, Francia), fechada hacia 900.000 años, se ha detectado el hábitat de cueva más antiguo de Europa. Los restos arqueológicos muestran evidencias de caza y de recolección, pero no hay trazas de fuego.
Pero es en Terra Amata (Niza) donde se da el caso más famoso. Los cazadores-recolectores del Achelense construyeron una cabaña sobre una playa de arena y pequeños cantos rodados.
Tenía una estructura de planta oval de unos 10 metros de largo por 4 de ancho, hecha de ramas largas y apoyada sobre dos grandes bloques de piedra. En el interior se localizaron instrumentos líticos, piezas de desecho del trabajo de la talla en piedra, restos de cocina y un hogar central, cuyo humo salía por una abertura en el techo. El yacimiento se ha fechado en 380.000 años y ha sido definido como un campamento de verano. La cabaña de Terra Amata denota ya un esquema bastante complejo, en el que se advierten áreas de actividades definidas y distribución espacial. Aunque la tecnología con la que se construyó es básica, implica ya una cierta planificación y organización del trabajo, es decir, concebir un modelo, buscar las materias primas, tratarlas y construirlo en equipo.
En el Paleolitíco Medio o Musteriese los restos de hábitats son algo más abundantes, pudiéndose distinguir tres modalidades, distribuidas por vastos territorios que ocupan los neanderthales: cuevas, abrigos rocosos y campamentos al aire libre. Desde España hasta las montañas de Irak las cuevas fueron muy ocupadas. En ellas hay pruebas de acondicionamiento, como en Shanidar (Irak) donde también hay una zona interior de enterramientos en la que se descubrió la tumba de un cazador con ajuar funerario y una “ofrenda floral”. En el sudoeste de Francia y en la cuenca de París son numerosas las cuevas que fueron habitadas: La Ferrasie (Dordoña) también con zona de cementerio; Chapelle-aux-Saints (Corréze), Le Moustier y Peche del’Aze (Dordoña). También en la Península Ibérica: El Castillo (Santander), Los Casares (Guadalajara), La Ermita (Burgos)…
En Kiik-Kova (Crimea), Mezine (Ucrania) y Skuhl (Palestina) hay casos semejantes de habitación y cementerio. Pero, los abrigos rocosos y los asentamientos al aire libre son más frecuentes en la Francia septentrional y en los valles de Europa central, oriental y en Rusia, cerca de las áreas con caza abundante y agua, controlando las zonas de paso de las manadas.
Por último, en el Paleolítico Superior, la tecnología había avanzado de tal manera que las técnicas aplicadas a la construcción de viviendas se desarrollaron extraordinariamente, propiciando una variedad de tipos que, utilizando los recursos ambientales, se adaptaron perfectamente a los distintos paisajes y climas. Se aprecian novedades domésticas, como los hoyos para la conservación de alimentos, y para hogares, la diversidad de materiales de construcción, la solidez de las construcciones, los pisos de tierra apisonada o enlosados, la aparición de santuarios con arte, etc. Los nuevos instrumentos como cinceles perforadores, agujas, escaleras, redes, martillos para la minería del sílex o de ocre rojo… hicieron todo esto posible.
Las cuevas se seguían utilizando allá donde éstas estuvieran, pero eran más comunes los asentamientos al aire libre, más que nada porque en muchos lugares eran los únicos medios de refugiarse. Los yacimientos en cuevas se han conservado mucho mejor, algo totalmente lógico porque la exposición a la erosión ambiental es mucho menor. La cueva era lugar de habitación y de enterramiento, de cultos y ritos. El arte rupestre y el arte mueble convirtió en la cueva en un santuario lleno de símbolos. Poseía unas áreas de actividades bien definidas y centradas en el vestíbulo: hogares, diversos talleres, chozas-dormitorios interiores, zonas de enterramientos, áreas sagradas para ceremonias, piletas naturales para el agua… y en el exterior pozos para conservar alimentos, zonas para trabajar y secar pieles, tendederos, áreas de descuartizamiento, fuegos de protección nocturna y chozas de estación cálida. En las cuevas se construían muros de protección y cerramiento, enlosados y pavimentado de suelo, se organizaba todo el espacio interior. Esto se ha podido ver en las cuevas de Morín y Chufín en Cantabria y Forneau-du-Diable en Bourdeilles. Los seres humanos no penetraron más que ocasionalmente en las profundidades de las cuevas, dejándonos sus huellas y obras de arte.
Las casas de mamut
En las estepas, donde no hay cuevas ni refugios naturales, los emplazamientos se encuentran en terrazas fluviales o laderas orientadas al sur o sureste protegidas de los vientos y desde donde se podía contemplar un amplio territorio. Al terminar el periodo de frió extremo que tuvo lugar hace entre 20.000 y 18.000 años, los seres humanos comenzaron a desplazarse hacia las llanuras de Rusia central. En invierno y primavera vivían en cabañas construidas con huesos de mamut que formaban auténticos campamentos. Construían pensando en obtener la máxima protección contra el frío y en su interior colocaban hogares con incluso primitivos sistemas de calefacción. La madera es muy escasa en la estepa, así que en muchas ocasiones el armazón de las viviendas se levantaba con huesos de mamut y se complementaba con muretes de tierra que podrían cubrir con pieles. Los campamentos más famosos de este tipo se encuentran en el valle del Don, Rusia.
Uno de los asentamientos más famosos es el de Mezhirich (Ucrania) que fue ocupado hace 15.000 años a escasa distancia de la confluencia de dos ríos. Eran cazadores de grandes animales, aunque también capturaban aves, peces, liebres y zorros árticos para las pieles. Vivieron aquí entre 30 y 60 personas. Cada cabaña tenía un hogar alimentado por huesos en lugar de madera y alrededor de las mismas había más hogares, despensas y almacenes subterráneos y zonas para la fabricación de útiles de sílex y hueso. En una de las cabañas se encontró un cráneo de mamut pintado y adornado con ocre rojo.
Las cifras
La construcción del asentamiento pudo requerir el trabajo de 10 personas durante 15 días.
Para cada cabaña se utilizaron de 150 a 650 huesos de mamuts ( 97 cráneos, 109 mandíbulas y 92 colmillos).
La cabaña más grande estaba construida con 20 toneladas de huesos: 46 cráneos, 95 mandíbulas y 40 colmillos.
Un cráneo pesa 100 Kg. y un colmillo 200 Kg.
También aparecieron figurillas y cuentas de ámbar, y lo más importante una placa grabada que parece ser una especie de mapa.
Cada cabaña tenía una sólida base de grandes huesos de mamut y una estructura superior más ligera. Los huesos se entrelazaban con gran cuidado, a veces siguiendo pautas geométricas. En cada cabaña predominan huesos diferentes, por ejemplo en una de ellas la base estaba formada por mandíbulas, otra de huesos largos, grandes colmillos se unían para formar el arco de la techumbre. Los almacenes subterráneos (de un metro de profundidad) sólo pudieron construirse con un tiempo cálido cuando el suelo no estuviera helado, por lo que puede que fuera al final del verano. Se utilizaban casi todas las partes de los mamuts y se han encontrado huesos del mismo animal en diferentes cabañas. Los huesos procederían probablemente de un “cementerio” natural cercano.
El Mesolítico – Neolítico fueron periodos en los que se comenzaron a construir de forma permanente aldeas al aire libre al mismo tiempo en que se vivía también en cuevas. Ni que decir tiene que en algunos lugares del mundo aún hay personas viviendo en cuevas, como en la Capadocia turca o en Jaén y Granada, son cuevas excavadas en la blanda roca que ofrecen refugio para animales y personas, además de ser buenos almacenes. Pero volvamos a la Prehistoria, las primeras aldeas fueron derivando en ciudades en Oriente Próximo asociadas ya a la agricultura y la ganadería, como la ciudad de Catal Hüyük en Anatolia. Estos cambios coinciden con los cambios climáticos que se estaban produciendo al final de la última glaciación. La población iba en aumento y adoptó costumbres y formas de vida muy diferentes a las de entonces. Los bosques comenzaron a cubrir las tierras donde antes no había nada, los pueblos se fueron viendo más separados y la abundancia de alimentos les hizo crecer en número y colonizar tierras que antes estaban bajo los hielos, tierras que ahora ofrecían prosperidad. La variedad de cabañas era elevada, los materiales, métodos de construcción y herramientas cada vez eran más complejos.
Pero, en el otro extremo del globo, al sur de Chile encontramos un poblado, el de Monte Verde, de unos 13.000 años a. C. Se trata de un asentamiento permanente de cazadores-recolectores de 12 casas de planta rectangular construidas con un armazón de madera recubierto de pieles (algunos maderos aún conservan restos de las mismas). Las casas tenían pequeños hogares interiores en forma de hoyos revestidos de arcilla refractaria y otros mayores, tal vez comunales, en el exterior. Todo apunta a una organización meticulosa y planificada con unos recursos técnicos muy desarrollados. Es un asentamiento muy poco común en América, sobre todo tan al sur, cuando las penetraciones humanas al continente se hicieron por el norte, donde no se han encontrado asentamientos de este tipo y antigüedad
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