El Chromata se enclava en el punto más alto de la caldera volcánica de Santorini, muy por encima del nivel del mar.
Merecería la pena alojarse en él, aunque sólo fuera por las vistas. De hecho, algunos hoteles de Santorini se han conformado con tener unas magníficas vistas, quizá en la creencia de que cualquier diseño de interiores, por muy deslumbrante que fuera, palidecería ante la belleza natural del paraje.
En cualquier caso, el Chromata no se cuenta entre ellos: una gama de rojos, rosas, turquesas y violetas cálidos e intensos ocupa el lugar de los blancos brillantes típicos de los hoteles de las islas griegas. El encanto de las habitaciones reside en detalles como las delicadas camas con dosel y las sillas antiguas, además de las paredes de piedra de los cuartos de baño dando la sensación de cueva y de algunas habitaciones.
El hotel dispone de una piscina espectacular donde las haya, que ofrece a los bañistas, desde la vertiginosa situación privilegiada , unas extraordinarias vistas de la caldera. También hay un restaurante junto a la piscina, en el que se sirven comidas y cenas, y un lugar más íntimo que ofrece cenas mediterráneas a la luz de las velas de dos mesas dispuestas en una terraza de cristal que se extiende sobre la piscina.
Si se cansara del panorama de la caldera y le apeteciera ver otras cosas, el pueblo de Imerovigli se encuentra a sólo unos pasos del hotel y la capital de Fira está a diez minutos en coche. El hecho de que el Chromata esté encaramado en lo alto de un acantilado también tiene otro tipo de